El juego de rol inmersivo es nuestra actividad principal. El día del evento podrás unirte a una facción y realizar distintas misiones para ganar puntos y hacerla llegar al poder. En tu travesía te enfrentarás a múltiples obstáculos, pero también a los integrantes de las demás facciones.
La historia avanza cada evento según los acontecimientos del año anterior, por lo que tiene una continuidad cronológica
Lo primero que debes hacer para participar del juego de rol inmersivo es elegir a qué facción deseas apoyar. Para ello deberás dirigirte al stand informativo de Misiones Medieval, donde habrá cuatro urnas correspondientes a las cuatro facciones. Notarás que tu entrada tiene un troquel extra, el cual deberás depositar en la urna de la facción que elijas para que el personal del stand te informarme de tu santo y seña, un saludo secreto que deberás mostrarle al líder de tu facción para que te reconozca como allegado y te informe sobre cómo ayudar a la causa.
Presta mucha atención a tu entorno y a lo que sucede en él, pues además de las misiones principales que te dará tu líder, también podrás descubrir misiones secundarias para sumar aún más puntos para tu facción.
En el capítulo anterior...
Tras la muerte del Rey Eduardo, se desató una feroz contienda para determinar quién se sentaría en el trono – y, por supuesto, quién movería los hilos detrás de él -. De tan encarnizada lucha se alzó victoriosa La Orden de la Noble Alianza, facción que reúne el apoyo de la nobleza y el clero, y logró entronizar al príncipe Hilarión y nombrar al sacerdote Marcus Le Bleu como regente real hasta que el príncipe alcanzara la mayoría de edad. Cierto es que los primeros años del reinado fueron auspiciosos bajo la dirección de Marcus, pero a medida que Hilarión crecía, se hizo cada vez más evidente su carácter antojadizo e indómito, un mal presagio para el futuro del reino.
Al alcanzar la madurez, el ahora Rey Hilarión El Devoto, se alejó de las enseñanzas de sus tutores entregándose a toda clase de excesos y caprichos. Pronto las arcas reales se vieron diezmadas y las fronteras debilitadas, mientras el pueblo, hambriento, comenzó a clamar por justicia.
Por si fuera poco, la reciente y misteriosa muerte de Marcus Le Bleu ha dejado una vacante en el poder que todos luchan por ocupar. ¿Será esta la oportunidad para salvar al reino, o, por el contrario, su condena inevitable?
La decadencia del Reino de las Grandes Misiones
Una sombra lúgubre se cierne sobre el reino de las Grandes Misiones. Hambre, disenso e incertidumbre minan la fe en el futuro de la que otrora fuera una tierra vibrante y prometedora. El Rey Hilarión, El Devoto, completamente ajeno a los deberes de su cargo, ha abandonado las enseñanzas de su juventud y ha sumido al reino en una decadencia que lentamente amenaza con devorarlo todo.
El reino clama desesperadamente por un cambio, y son muchos los corazones dispuestos a derramar su sangre para conseguirlo. No obstante, cada quien tiene su propia idea de cómo debería hacerse las cosas, y la multitud de opiniones y posturas no hacen sino obstaculizar el consenso.
Entre el caos y la incertidumbre que envuelven al reino, las cuatro facciones vuelven a hacerse presentes, aunando a aquellos con ideales similares, y viendo en esta alarmante situación una oportunidad para tomar el poder e imponer su propia visión de lo que es el progreso.
El brazo armado del reino afirma que para resolver los problemas hace falta un líder fuerte, una figura de autoridad que encarne al poder centralizado, ya que es la unión lo que hace a un reino y nos separa de las sociedades tribales. Propone para dicha tarea la marquesa Solveig Larsen, renombrada comandante y pariente lejano de la familia real, quien a propuesto un plan para acabar con la miseria que cautiva por su sencillez:
•Fortificar las fronteras del reino
•Limpiar de bandidos los caminos
•Regular el comercio
Tras años de debilidad los reinos vecinos han aprovechado para realizar saqueos y pillajes en los territorios fronterizos, lo que hace miserables a las gentes que allí viven y reduce la producción de recursos en dichas áreas. Así mismo, los bandidos que campan a sus anchas, obstruyen la comunicación entre las diferentes regiones e imposibilita la mutua ayuda. Por último, la especulación de los grandes comerciantes ha disparado el precio de los bienes básicos, propagando el hambre y la ruina entre los más desdichados. Es menester castigar tal villanía y restaurar el orden para que las buenas gentes del reino puedan volver a vivir dignamente.
Compuesta por aquellos miembros virtuosos de la nobleza y el alto clero, la Orden busca un camino más diplomático y administrativo para la recuperación del reino. En palabras de su líder, la Dama Nova Bianca Regina consorte del archiduque León Regia Fiera, “La violencia sólo acarreará más violencia. Sólo la sabiduría guiada por una fe noble puede encausar el filo de las espadas, así en la guerra como en la paz”. La Orden ha consensuado un documento en el que se resumen sus tres grandes propuestas:
•Creación de una cancillería: Establecer un consejo poderoso liderado por un alto miembro de la realeza para gestionar los asuntos del reino de manera eficiente, justa y capaz de recuperar la confianza de los mercados internacionales.
•Reformas económicas: Implementar medidas para revitalizar la economía, combatir la corrupción y aliviar la pobreza que azota al pueblo.
•Un plan consensuado: Promover el diálogo entre las diferentes facciones del reino para alcanzar la seguridad interna, una paz duradera y la unidad del reino.
Lo fundamental es recuperar las riquezas que los antojos del rey no paran de dilapidar. Sólo así será posible hacer efectivamente a los enemigos del reino, sean internos o externos. Ya se ha visto, además, que desatender la discordia entre facciones puede traer la muerte de un ser tan noble como el Gran Maestre Marcus Le Bleu, un misterio que no debe quedar sin resolver. Éste es un llamado para que nuevamente se oiga la voz de la sabiduría y el reino se levante hacia su merecida gloria.
Reunidos los miembros más importantes del gremio en la taberna del pueblo, Mireille Cesarine, la gran matrona líder de la facción, alzó la voz: “El horror que estamos viviendo es producto de nuestra pasividad. El hambre, la muerte, y los saqueos al fruto de nuestro trabajo son el producto del respeto a un orden vacío y decadente. Ése orden del que hablo está claramente representado por la cabeza de aquel que llaman El Devoto, sin embargo, cuya única devoción es hacia sí mismo. Ya no hay más tiempo, no podemos aceptar que esta locura continúe”.
Al son de vítores, aplausos y golpes de puño, el gremio reunido detalló un plan para lograr los siguientes objetivos.
•Eliminar a los miembros de la familia real.
•Instaurar una república con un Estado fuerte, encargado de la redistribución equitativa.
Para el pueblo trabajador, la riqueza es sinónimo de desigualdad y el mérito no pasa de un discurso que sirve para instaurar la injusticia. El pueblo reconoce sólo a aquellos líderes que han pasado bautismo del trabajo duro. Sólo así se puede esperar un futuro próspero.
Rodeada por miasmas ancestrales y un bosque espeso y oscuro, la fiesta ritual se ve interrumpida por un grito, una voz irreconocible que pareció brotar del mismo pecho de una de las bailarinas místicas. Ériu Tuathatá Dè, guía espiritual de la Hermandad, se acercó a la joven mientras escribía en en la tierra una traducción de las verdades que le eran reveladas. Una vez salió del trance, Ériu expresó ante la comunidad allí reunida: “Es la hora de «ανανκη » (Ananké), su palabra debe hacerse cumplir. La joven del sur, la verdadera reina, a quien el falso rey intentó ocultar como quien cubre el sol con un dedo, debe regresar”. Estas palabras golpearon hasta la más profunda hebra del alma de cada miembro de la hermandad. Su significado era inequívoco: había llegado la hora de devolver la corona a su legítima heredera, la Princesa Katrina.
El plan para los miembros de la hermandad es sencillo: derrocar a Hilarión, exponerlo como falso rey y coronar a Katrina. La mano sagrada del destino restablecerá el orden y el futuro será la bienaventuranza que siempre debió ser.